Múltiples leyendas se siguen contando por la zona: supuestos tratos con satanás, criaturas sobrenaturales y sucesos extraños. El mito lleva atormentando a varias generaciones hasta la actualidad.
Todo inició en 1830, cuando las primeras actividades de este lugar era moler harina. En las 350 hectáreas había en la zona una gran fábrica de pastas. El canal de riego, era el mismo que ayudaba a mover los engranajes de ese ingenio. En el resto de las hectáreas, se distribuía gran parte de frutos, olivos y otra de trigo.
En esos años, solamente se trabajaba el trigo, pero luego con el fluido de tráfico hacia el país vecino Chile, y también con la llegada inmigratoria de españoles, la familia González decidió apostar todo por el vino. Ya para el año 1856 la gran familia inauguró su bodega en la mítica mansión y la tierra pasó de ser un cultivo de trigo a uno de vides.
Se trataba ni más ni menos que de una gran explotación vitivinícola, y un buen negocio. Allí mismo, se construyó una casona de adobe, cuyos muros, según La Municipalidad de Las Heras, datan del 1856. También había una capilla acompañada por la casa parroquial de tipo italiano. En la Mendoza del siglo XIX las fincas no eran tan frecuentes como lo son ahora, en ese tiempo lo más común eran las chacras.
Mitos. ¿Qué son?
Según Joan Carles Mélich, filósofo español “el mito no puede definirse de ningún modo porque su modo de ser es siempre una re-interpretación. Lo mítico es lo que carece de valor, lo que no merece la pena tenerse en cuenta”. Lo establecido por este autor, es que los mitos no se pueden definir, y en este caso, el mito de la finca no se puede dar como cierto, sin embargo, esta incierto en el colectivo de la sociedad. Muchas personas que viven en el lugar o pasan por allí, transitan con el temor de que les suceda algo similar a los afectados, según el relato de los vecinos. No obstante, no hay forma científica de comprobar si esto es cierto o no.
Fuente: Futre Online
El lugar y la leyenda
Para entrar en contexto, hay que conocer en profundidad a que se refiere esta característica leyenda del oeste mendocino. En primera medida, utilizamos la voz en primera persona de Vanesa Ochoa, quien es nieta de dos trabajadores de la Finca. La mujer contó en “Mendoza Escribe” su versión de la leyenda.
Todo inicia en 1841, cuando Juan Gonzales (Don Carlos) pasó a ser dueño de una finca -o chacra- localizada en Las Heras, precisamente en el distrito de Panquehua. En la misma, actualmente hay un cementerio y una capilla, algo inusual. A Don Carlos se lo caracterizaba por ser una persona muy codiciosa y poderosa, y con un fuerte deseo de lograr que su finca fuese conocida, importante y aún más, que generase ganancias.
El hombre no temió llegar al extremo para lograr su cometido y su ambición llegó al punto de hacer “el pacto macabro”, en esas mismas tierras malditas. Los más viejos, recuerdan un ritual pagano, que se llevó a cabo en la capilla del lugar, donde varios corderos fueron sacrificados la oscuridad, Don Carlos negoció su alma al Diablo, a cambio de riquezas, poder y el reconocimiento de su finca. Lamentablemente su alma no bastaba para tanto que, a cambio, Don Carlos prometió a entregar toda alma que trabajara o tocara la finca.
Don Carlos tenía que ingresar con un trabajador para entregar su alma. El piano de la capilla comenzaba a tocarse solo, sin que nadie estuviera allí en ese momento, entonces el Diablo cobraba el alma del pobre desgraciado… uno a uno, semana tras semana, trabajador tras trabajador. Una rutina que no parecía tener un final.
Detrás de la capilla había una puerta secreta que conducía a un altar maligno, era ahí donde se saldaban todo tipo de ofrendas para que continuase el éxito de la finca, la cual marchaba como nunca antes: crecían sus ventas estrepitosamente y cada vez entraba más gente nueva a trabajar en esas tierras.
Al ir entregando almas, solo restaba que el diablo busque el alma más codiciada: la de Don Carlos, tal cual lo decía el pacto: “Todas las almas se iban cobrando, pero solo al llegar al apogeo de la finca se cobraría el alma del propietario”.
Llegó el momento y, enceguecido por toda su fortuna y éxito, codicioso de siempre querer más, decidió negarse y no entregar su alma, solo tenía que encontrar la forma de burlar a Satán, y lo consiguió. Don Carlos lo burló de la única manera posible, simulando su muerte y así, engañar al diablo. Entonces lo velaron en vida toda una noche, con seis testigos para que cuidaran de su cuerpo, soportando todo tipo de tormentos infernales que un humano jamás podría imaginarse, desde apariciones demoníacas, hasta muebles volando y estrellándose por doquier, eran una de las tantas cosas que tenían que soportar todos.
El ritual fue fuerte, por más sucesos que ocurrieron esa noche, él se mantuvo firme. No quiso irse de ningún modo ni finalizar el acto. Llegada la mañana, el ritual había finalizado, al parecer con éxito. El diablo no pudo llevárselo, pero si se llevó a cada uno de los seis, que yacían muertos alrededor del oscuro cajón.
El relato finaliza con un triste desenlace. La venganza fue tremenda. El Diablo enfurecido por no poder cobrar su alma, maldijo las tierras y acabó con cada fruto que crecía en esa finca, llevándola a la quiebra y a Don Carlos a la locura total.
Fuente: Futre Online
Vecinos del lugar
El equipo de Futre Online se dirigió hacia la famosa Finca para poder tener la palabra de algunos vecinos. Si bien muchas de las personas mayores que vivieron en ese entonces ya no están en este mundo, pudimos conversar unos minutos con Rocío Román, vecina del lugar que vive a unos metros de la Finca, hace veinte años, en esa zona de Las Heras. Le comentó al medio que gran parte de lo que sale en internet y en los diarios “es cierto”: “Mi papá me contaba de chica que, en la finca, pasaban cosas malas, bah…siguen pasando”. Roció asegura que de noche y más en invierno es imposible salir a caminar por la zona, porque se escuchan gritos y hasta se ven cosas “malas” en el famoso lugar. También recordaba cuándo sus abuelos le contaban que allí mismo Don González sacrificaba a sus animales, les cortaba la cabeza y los colgaba a la vista de las personas para que vieran “quién era el patrón”.
“También mi papá me contó que Don González, asesinó a toda su familia y la enterró debajo de la Iglesia”, nos contó Rocío. Si bien, anteriormente a la Iglesia se podía ingresar como parte de un Tour que organizaba la Municipalidad de Las Heras, actualmente el recorrido ya no se encuentra disponible.
Si bien, en la actualidad, la bodega y parte de la Finca, están cerradas al público, lo que se puede apreciar es parte de la Iglesia que se observa desde la calle, y una parte del molino que se usaba para moler la harina en aquellos años.
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